Oh luna redonda, madre
de la noche, tú sabes del alma lo que el mundo no oye.
Cuando tus rayos platean los tejados,
mi pecho se llena de sueños desvelados.
Bajo tu mirada he
llorado y reído,
por ti he suspirado, por ti he conocido
que el amor es llama que arde sin aviso,
y tú, gran guardiana, eres mi confidente y mi guía.
Divina Bastet, de ojos
sagrados, guardiana del hogar, de amores callados.
A ti elevo mi alma, humilde y rendida,
pues veo en tu senda la luz compartida.
Tus garras son
sutiles, tus pasos muy leves,
mas rigen los sueños de quienes te beben.
Protégeme siempre, oh madre velada,
y dame la fuerza de ser acariciada.